Comarcas

#SOYDELALTOARAGÓN

Ánchel Belmonte: “Tenemos un poco de la geología que nos rodea: vulnerables a la erosión y duros”

Doctor en Geología y profesor de Enseñanza Secundaria desde 2009 es el coordinador científico del Geoparque Mundial de la Unesco Sobrarbe-Pirineos

Anchel Belmonte
Anchel Belmonte
Laura Ayerbe

Doctor en Geología y profesor (vocacional) de Enseñanza Secundaria (su plaza está en el IES Ramón y Cajal de Huesca, aunque ahora no ejerce), desde 2009 es el coordinador científico del Geoparque Mundial de la Unesco Sobrarbe-Pirineos y es evaluador senior del Programa de Geoparques de la Unesco. También ha escrito libros científicos, divulgativos y de texto sobre geología, entre los que destaca La Guía Geológica del Pirineo. Apasionado de muchas cosas, aclara que los paisajes oscenses están por encima de todo y que se siente comprometido con su investigación, divulgación y conservación.

En su Instagram se define como geólogo profesional, fotógrafo aficionado, pirineísta y monegrista. ¿Con qué actividad disfruta más?

—Lo bueno de estas actividades es que son prácticamente inseparables. Recorrer la provincia me permite a un tiempo disfrutar de unos magníficos paisajes geológicos, fotografiarlos y dibujarlos en el cuaderno de campo. Y después compartirlo en charlas, cursos o libros; que no deja de ser otra manera de regresar al paisaje.

¿Cuál es su lugar preferido del Alto Aragón? ¿Por qué?

—Es casi imposible contestar a eso. Los lugares son muchos y en distintos momentos de mi vida he estado más ligado a alguno en particular. La alta montaña pirenaica me atrae en general. Las zonas más rocosas y desprovistas de vegetación de la Tierra Baja me maravillan. Pero sin duda, es el campo trabajado –donde la agricultura y la ganadería extensivas se practican- el paisaje que más quiero.

Dígame cuál es el valor geológico más destacado de la provincia de Huesca.

—Desde el punto de vista de la geodiversidad, vivimos en un lugar privilegiado. En cortas distancias puedes pasar del corazón de una cordillera previa al Pirineo que desapareció hace 250 millones de años a los tollos monegrinos, un paisaje geológicamente en plena formación. Tenemos mucho, variado y con excelentes condiciones de observación para el científico y el aficionado a la naturaleza.

¿Y la principal virtud de sus gentes?

—Creo que, en general, somos humildes y modosos. A veces tanto que desde los cuatro puntos cardinales se nos comen la merienda. Tenemos un poco de la geología que nos rodea: vulnerables a la erosión, pero duros. Los modernos dirán resilientes…

¿Podría decirse que el Pirineo es como un gran libro del que aprender geología a lo grande?

—Es más que un libro. Es un verdadero museo. Y de sus paredes “cuelgan” las grandes obras de la Tierra. Distintas épocas, diversos autores… un todo que nos relata los últimos 550 millones de años de la historia del planeta. Su valor es incalculable. Y su gestión y protección, manifiestamente mejorables.

¿Cómo se puede divulgar la geología de manera divertida?

—El entusiasmo se contagia. También la desidia. A mí la geología me fascina y trato de transmitir esa pasión que siento ante cualquiera de nuestros paisajes. La geología es la historia más grande jamás contada. Pero se nos ha contado poco, casi siempre eclipsada por la fauna y la flora, más fáciles de asimilar y divulgar. Eso sí, cuando se pierde el miedo a navegar por mares que ya no existen o a entender la arquitectura de las montañas, no hay límites para la fascinación y el disfrute.

Mucho me temo que llegamos tarde para salvar los glaciares del Pirineo...

—Llegamos a tiempo de disfrutarlos antes de que desaparezcan. Así que animo a que este verano se suba, con calma y respeto, a verlos y a entender cómo son y qué parte del paisaje les debemos. Es un lujo todavía a nuestro alcance. También animo a huir del enfoque amarillista con el que en ocasiones nos explican su ocaso, a veces con el cronómetro en mano para ver cuánto les queda. Menos morbo y más cultura.

¿Orgullo altoaragonés y/o cosmopolitismo planetario?

—El gran Rafael Andolz nos decía que cuanto más profundas fueran nuestras raíces, más lejos llegarían nuestras ramas.

Y el gran Enrique Satué habla del valor de la ciudadanía frente a los delirios identitarios. Así que sí, orgullosísimo de ser de donde soy y dispuesto a apreciar las maravillas que el mundo ofrece en lo humano y en lo natural