Monegros

La vida de las mujeres carboneras de Sariñena

Recogían el carbón que tiraban los trenes en las vías para cocinar y calentar las casas o lo vendían

Carboneras buscando carbón junto a las vías del tren.
Carboneras buscando carbón junto a las vías del tren.
Archivo de Os Monegros

DESDE OS Monegros y con la colaboración del investigador Joaquín Ruiz, descubrimos a las carboneras de Sariñena.

“Durante años, muchas mujeres de Sariñena se dedicaron a recoger carbón quemado por la vía ferroviaria de la estación de Sariñena: cagacierros, cagafierros, carbonilla, escoria, carbón quemado o a medio quemar que los trenes tiraban a las vías. Aquellas mujeres lo aprovechaban para cocinar y calentar las casas o lo vendían; incluso lo mojaban para que durase más en la estufa. Para muchas familias fue un medio de sustento o un buen complemento en tiempos muy difíciles y duros. La estación y su vía de comunicación ferroviaria, donde también se producía el estraperlo, ayudó a sobrevivir la miseria de esta tierra y en su memoria rescatamos una práctica que con tanto esfuerzo desarrollaron, principalmente, muchas sariñenensas”, narra Ruiz.

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Archivo de Os Monegros

Por la estación ferroviaria de Sariñena circulaban los trenes de la línea Madrid-Zaragoza-Barcelona, siendo uno de los puntos de repostaje tanto de agua como de carbón. Por lo general, los trenes solían ir tirando carbón quemado a la vía y, entre aquellos restos, solía encontrarse carbón parcialmente sin quemar. “Además, se realizaba el vaciado total de calderas en varios puntos cercanos antes de llegar a la estación de Sariñena, vaciando completamente los fogones de las locomotoras especialmente en el margen izquierdo del puente sobre el río Alcanadre donde solía acumularse formando un gran montículo”, explica el promotor de Os Monegros.

“Media Sariñena subía a buscar carbón, muchas mujeres” apunta José Paul de Capdesaso, que trabajó como ferroviario en la Estación de Sariñena, “La gente iba a buscar carbón al puente, pero también andaba por la vía del tren buscando trozos de carbón y, si había alguno mitad bueno y mitad malo, lo rompían y se lo llevaban”.

A través de diferentes testimonios nos acercamos a esta desconocida actividad que llevaron a cabo muchas mujeres, uno de sus muchos trabajos que emprendieron sin ningún reconocimiento y valoración. ‘Las carboneras de Sariñena’, una historia de esfuerzo y sacrificio.

El maestro jotero José Antonio Villellas era testigo desde la huerta de Capdesaso cuando de crío, junto a sus amigos, veía como algunas mujeres recogían los restos aprovechables del carbón que los ferroviarios descargaban del tren, a la orilla del río, en un montón grande, que casi tapaba el ultimo ojo del puente.

Lo mismo recuerda José Paul. “Subían muchas mujeres, iban a esgarrapar con una barra de hierro o un rastrillo y si era bueno el maquinista les tiraba alguna vigueta entera”.

Una de aquellas mujeres era Ángeles Ballarín Laín, natural de Sariñena (2 de agosto de 1928), que con unos 11 años ya iba a buscar carbón subiendo andando a la estación. La guerra obligó a su madre a trabajar fuera, mientras que Ángeles tuvo que ayudar en casa. Subía por el camino de los olivares, unos tres kilómetros, para coger algo de carbón para el gasto de casa, iba a la misma estación y al puente: “Los trenes normalmente iban tirando el carbón a lo largo de la vía y limpiaban la caldera y tiraban el carbón cuando llegaban a Sariñena o un poco antes, solían hacerlo antes de pasar el puente sobre el Alcanadre, si venían de Lérida. Si venían de Zaragoza a veces lo limpiaban en la cuesta de Santa Cruz de Capdesaso o en la misma estación de Sariñena”. Aquellas mujeres lo recogían y cargaban en sacos y en pozales.

El carbón, en forma de viguetas, lo traían de Asturias, y lo almacenaban. Era carbón del bueno, apunta José Paul: “Hacían pilastras de carbón y lo custodiaban tres guardias a turnos de ocho horas cada uno. A veces hacían la vista gorda y otras lo robaban directamente. Los guardias le quitaban el carbón a según quien pillaban”.

Asimismo, Manuel Antonio Corvinos, en su artículo ‘El Auxilio Social y otros asuntos de aquella época’ de la revista Quio, apunta como a algunos maquinistas y fogoneros les daban pena las pobres mujeres y les tiraban algún lingote de carbón sin quemar. “Un tren tiró tanto carbón que estuvo muy cerca de no llegar a Barcelona”. Igualmente, Corvinos recoge el estraperlo y la importancia que tuvo. “Las leyendas populares dicen también que, en esos años, en Capdesaso y en La Estación corría el dinero como nunca lo había hecho antes”.

Cabe señalar que la vía ferroviaria y la misma estación resultaba peligrosa, sucediéndose algún que otro percance o accidente. Ángeles Ballarín Laín lleva una cicatriz en la cabeza de cuando le cayó un trozo de carbón que tiraron uno de Murillos cuando se subieron al vagón, “cortaba y le hizo un buen corte en la cabeza, cerca de la frente”. También, Josefa recuerda como al crío de la Amada un tren le cortó dos dedos del pie.

A Nieves Ropero, Manoleta Vicente Julián le contó la historia de ‘La Querebazas’” que, estando recogiendo carbón se puso de parto, y allí mismo, con las manos sucias de carbón, palabras textuales, le cortaron el “melico” (cordón umbilical)”.

Peor le sucedió a María Calatayud, de 65 años, quien, recogiendo carbonilla en la estación de Sariñena fue alcanzada por una máquina y resultó con los pies y una mano seccionados.

“A todas aquellas mujeres, mujeres manchadas de negro, portando el carbón a medio quemar, recorriendo los tres kilómetros distantes entre Sariñena y su estación ferroviaria, con los pesados sacos sobre sus espaldas y su cabeza. Mujeres olvidadas, memoria perdida, carboneras de Sariñena, carboneras sin mina, carboneras de las vías, del trabajo, del esfuerzo, encorvadas por el peso cargado al igual que ¡Les carboneres del pozu San Antonio de Aller’ y las ‘Escarabilleras’ del País Vasco. Memoria, dignidad y orgullo, a vuestra memoria carboneras de Sariñena”, concluye Joaquín Ruiz.