Ribagorza

DESAYUNOS DEL DIARIO

Un modelo para garantizar y preservar la riqueza de Ribagorza

Enmarcados en una comarca con un gran valor natural y patrimonial, el turismo sostenible invita a empaparse de experiencias respetuosas

Ball dels Salvatges en una edición anterior
Ball dels Salvatges en Benabarre.
Esther Naval

Desde las cumbres más altas dominadas por el Aneto (3.404m), hasta las sierras pre-pirenaicas, Ribagorza se extiende en un territorio privilegiado donde convergen imponentes paisajes de naturaleza salvaje con una rica historia y una cultura viva que impregna las tradiciones de sus gentes y su gastronomía. Una tierra milenaria jalonada de atractivos naturales y patrimoniales donde solo cabe apostar por un turismo sostenible, que “tiene plenamente en cuenta las repercusiones actuales y futuras, económicas, sociales y medioambientales de sus acciones para satisfacer las necesidades de los visitantes, de la industria, del entorno y de las comunidades anfitrionas”, según lo define la Organización Mundial del Turismo (OMT) de las Naciones Unidas.

La sostenibilidad es la piedra angular de la transformación del modelo turístico en Ribagorza, articulando mecanismos de cooperación entre administraciones públicas para resolver problemas transversales, impulsando la transformación verde y digital en el sector turístico, así como la mejora de su competitividad. Estos son los ejes de un Plan de Sostenibilidad Turística para Ribagorza que se enmarca en la estrategia de modernización y mejora más amplia del sector turístico en España.

Coronada por el techo del Pirineo, con más de 45 picos de 3000 metros, la Comarca se articula por los ríos Ésera, Isábena y Noguera-Ribagorzana. Ríos y embalses sumergen al visitante en experiencias de “aguas bravas” o “aguas tranquilas”, conectándolo consigo mismo y con una naturaleza que hay que mimar para las siguientes generaciones.

Ascender cimas, andar frondosos valles, descansar junto a ibones, recorrer los serpenteantes senderos o, simplemente, escuchar el sonido de los pájaros junto con el murmullo de un río son algunas de las infinitas propuestas para sentir Ribagorza andando, escalando o en BTT. Unos parajes sorprendentes para gozar también desde el aire, practicando vuelo sin motor, o deslizándose sobre esquís.

Junto al natural, el valioso patrimonio arquitectónico, con el románico como máximo exponente, pero también el patrimonio inmaterial, que define la Ribagorza del siglo XXI, orgullosa de sus tradiciones, costumbres y gastronomía. Longaniza y trufa en Graus; chocolate, queso y azafrán en Benabarre o patata, en Chía, forman parte de la mesa y de la esencia ribagorzana, atesorada en la Escuela de Hostelería de Guayente y disponible en los tiendas locales, avalados por la calidad de la materia prima.

Este territorio de frontera, aislado y poco poblado, ha conservado sus rasgos históricos y culturales propios plasmados en sus tradiciones, fiestas y lenguas. Las “Fallas del Pirineo”, Patrimonio Inmaterial de la Humanidad; las Fiestas de Graus, de Interés Turístico Nacional, o el “Ball dels Salvatges” en Benabarre, de Interés Turístico de Aragón así lo muestran. El Museo de Juegos Tradicionales de Campo preserva ese legado atesorando tradiciones como las “Birllas”, un juego similar a los bolos, solo para mujeres, con variantes en poblaciones como Benasque o Estopiñán del Castillo.